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El cuento de Medio Pollito Charlotte Scott    
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El cuento de Medio Pollito

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El cuento de Medio Pollito

 

One white chick with only one eye in a wallpaper image of yellow chicks

 

 

 

 

 

*

 

 

En los ondulados campos de La Campiña, muy cerca de la hermosa Sevilla, vivió una vez una regordeta gallina roja que hizo su casa en un extenso campo poblado de olivares y viñas.

Un día, cuando el sol se elevaba sobre el claro cielo azul, y su marido el gallo la despertaba como habitualmente con su penetrante cacareo, la gallina roja sintió un familiar cosquilleo debajo de sus plumas. Fue entonces cuando comprobó que sus siete huevos morenos habían incubado bellos sedosos pollitos. Pero un pollito, el último incubar era muy diferente del resto. Había nacido con un solo ojo, una pata y un ala, ante lo cual su madre decidió llamarle Medio Pollito. Y como era diferente, su mamá gallina le cuidó más que al resto, y le prestó más atención que a los demás y siempre se aseguraba que se sintiese seguro y feliz.

Como resultado del cuidado de su madre, Medio Pollito creció algo consentido considerándose tan grande y fuerte como sus hermanos y hermanas. Aunque éstos trataron de jugar con él e incluirlo en todos sus juegos, Medio Pollito pensaba que sus hermanos no estaban a su altura, él después de todo, era especial.

A medida que Medio Pollito se hizo mayor, empezó a sentir que su humilde gallinero no era suficiente bueno para los semejantes a él y en consecuencia decidió partir para la ciudad. Su pobre madre se preocupaba día y noche. Estaba convencida de que la gente de la ciudad se burlaría de su querido hijo por ser tan diferente del resto de gallos, por lo que intentó convencer a Medio Pollito para que se quedase en casa, donde sería querido y cuidado por su familia.

'Siento que fueses el último huevo que puse,' dijo ella un día, 'y desearía poder devolverte la mitad que te falta para que seas completo, pero no deberías ir a la ciudad donde no tendrías amigos o familia para cuidarte. Deberías quedarte en este lugar al que te perteneces.'

Pero Medio Pollito no escuchaba los ruegos de su madre. Estaba convencido de que la ciudad le daría fama y fortuna, y que no necesitaba su ridícula familia provinciana.

En consecuencia, él partió hacia la cuidad en busca del palacio real para así poder encontrarse con el rey y la reina. 'Seguramente,' el pequeño gallo pensó para si mismo, 'un rey y una reina son los únicos acompañantes apropiados para alguien como yo.'

En la mañana de su partida, la madre de Medio Pollito le advirtió de que siempre debería ser amable con los demás. También, le advirtió de que nunca hablase con los cocineros, puesto que eran los peores enemigos de los gallos.

El día fue caluroso y pegajoso, por lo que fue trabajoso ir brincando a lo largo de los caminos milla tras milla Y así, al terminar aquella primera tarde Medio Pollito hizo una parada para tomar agua fresca de un chorrito de agua. Cuando se agachó para beber, el chorrito le susurró: 'Querido amigo, estoy tan débil que no puedo apartar estas ramitas de mi camino y no puedo darles un rodeo. Por favor, ¿puedes ayudarme usando tu fuerte pico para moverlas y así puedo seguir mi camino?'

El arrogante gallo dijo: '¿Por qué tendría que ayudarte cuando eres tan insignificante? Sigue tu camino y no me molestes más.'

'Un día te arrepentirás de tu falta de caridad,' replicó el chorrito, su voz llena de furia y frustración.

Medio Pollito siguió su viaje hacia la ciudad hasta que se encontró con una apagada brisa sobre la corta hierba junto al camino. La brisa enviaba ligeros remolinos de polvo hasta el camino con sus silbidos debilitando su respiración.

'Por favor, ayúdame a levantarme,' la brisa susurró. 'Soy normalmente un viento fuerte que mueve las olas y dobla las ramas, pero estoy agotada por este terrible calor. ¿Puedes levantarme con tu pico y lanzarme al aire para volver a soplar fuertemente de nuevo?'

El gallo replicó: 'Siempre he tenido un problema contigo, viento. Tú no haces otra cosa que erizar mis plumas y desestabilizar mi única pierna. Por lo tanto no, no te ayudaré'

El poderoso viento podría haberse reducido a una brisa pero estaba indignado por el gallo egoísta. 'Un día te arrepentirás de no haber hecho un pequeño esfuerzo para ayudarme,' susurró, 'un día pagarás por tu egoísmo.'

Después de otro largo día en el camino, Medio Pollito se encontró con un fuego medio apagado en un campo de heno. Se acercó al pequeño fuego y escuchó una frágil voz que venía de las calientes ascuas: 'Quiero ser libre para rugir en el cielo, por favor hecha hierba seca para convertirme en una gran llama. Ten pena de mí, por favor.'

Medio Pollito pareció por un momento considerar la petición… antes de que respondiese en su habitual voz altanera: 'Yo no soy un simple trabajador agrícola que junta heno para su beneficio. Ahora ¡apágate! Tengo cosas más importantes que hacer con mi tiempo.'

'Algún día tú también podrías necesitar mi ayuda,' replicó la pequeña llama, 'y recordaré qué cruel fuiste. Te aviso que tu actitud egoísta será tu perdición.'

Medio Pollito estaba tan enfadado por como fue tratado por esa pequeña llama. Que dio saltos sobre el heno hasta que la última ascua se apagó y no hubo nada más salvo ceniza bajo sus pies.

'Eso te enseñará a no hablarme de esa manera,' el orgulloso gallo dijo para sí mientras brincaba hacia la ciudad al encuentro del rey y la reina.

Medio Pollo finalmente llegó a la ciudad de Sevilla en la mañana del siguiente día. Descaradamente brincó hacia las puertas del centro esperando recibir la bienvenida del rey y la reina. Pero en lugar de eso tuvo que hacer frente a un grupo de soldados que guardaban el lugar. '¿Quién va?,' vociferó uno de los soldados. 'No se permiten gallos pasado este punto!'

Aunque se asustó de los soldados, Medio Pollo estaba dispuesto a no ser derrotado. Brincó alrededor del palacio y encogió su delgado cuerpo a través de una raja en una escondida puerta. Pero antes de que el orgulloso gallo pudiese inclinarse y presentarse, el rey se agachó y lo agarró por el cuello, '¿Quién es este que se ha colado en la cocina?' Gritó el rey mientras empujaba a Medio Pollito al cajon con su dedo largo.

'¡Acabará en un exquisito asado para el rey y la reina aunque esté delgado!' 
Fue entonces cuando Medio Pollito comprendió su error, este no era el rey, era el cocinero: 'El peor enemigo de todos.'

Dijo el chef: 'Prepara un sartén de agua caliente y despluma a este pequeño pájaro furtivo.'

Medio Pollito rogó al agua dentro de la sartén, 'querido amigo, por favor no me escaldes.'
Pero el agua hervía con furia y replicó: '¿Tuviste pena de mí cuando te pedí removerme las ramitas cuando era un débil chorrito?'

'¡No! No lo hiciste y ahora no te ayudaré.'

Seguidamente, Medio Pollito fue hundido dentro del agua caliente y todas sus plumas se desplegaron de su piel.

'¡Por favor no me cocines!' gritó. Pero las llamas del horno cada vez eran más y más grandes.

'¿No recuerdas como pateaste mis ascuas con tu pata hasta que me quedé reducido a cenizas?' replicó la llama irritada, 'Ahora es tú turno.'

Y la irritada llama creció aún más y más caliente y, cocinó a Medio Pollito hasta que se quedó hecha una silueta quemada y ennegrecida.

Cuando el cocinero abrió la puerta del horno y descubrió el quemado y ennegrecido gallo, como pensó que el rey se irritaría, tiró al pájaro por la ventana. Entonces fue cuando el fuerte viento agarró a Medio Pollito y lo lanzó al aire hacia arriba.

'Ya he sufrido suficiente,' gritó el desplumado y ennegrecido gallo. 'Por favor, ¡bajadme y así podré volver con mi familia!'

Pero el viento replicó: '¿Quién me dejó extinguirme en el camino caliente y ni siquiera me ayudo a desplazarme con su pico? ¿Es tu memoria tan corta?'

El viento llevó al indefenso gallo hasta el tejado del palacio y allí lo dejó en la torre más alta donde quedó fijo como una veleta.

Por el resto de sus días, Medio Pollito pagó por su actitud egoísta hacia otros. Él permanece en lo alto de la torre, atrapado y solo, para siempre, dando vueltas alrededor.

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